El Papa Francisco nos regaló esta mañana 7 nuevos santos. Siete modelos de santidad que engrandecen la Iglesia con su ejemplo y que nos ayudan a acercarnos a nuestra propia santidad.
María de los Angeles Covarrubias nuestra presidente y el padre Pedro Narbona nuestro asesor eclesiástico tuvieron la dicha de participar en esta importante ceremonia y llevar las intenciones de ACN-Chile a los pies del altar.
Una plaza San Pedro repleta de fieles, agradeció y rezó por estos siete nuevos santos de sensibilidades y orígenes muy distintas. Papa Pablo VI; Monseñor Oscar Romero, obispo de San Salvador y primer santo de esta nación; las religiosas Nazaria Ignacia, primera santa de Bolivia y María Catalina Kasper, los sacerdotes Francesco Spinelli y Vincenzo Romano y el joven laico Nunzio Sulprizio.
En su homilía el Papa reflexionó sobre la parábola del joven rico que rechazó unirse a Jesús. Francisco explicó que no todo se puede comprar o está sometido a la ley de la oferta y la demanda. Para seguir a Cristo, dijo, es necesario algo más.
El Santo Padre señaló: “Ven, no te quedes parado, porque para ser de Jesús no es suficiente con no hacer nada malo. Sígueme, no vayas detrás de Jesús solo cuando te apetezca, sino búscalo cada día; no te conformes con observar los preceptos, con dar un poco de limosna y decir algunas oraciones”.
Por eso, Francisco recordó que hace falta dejar espacio en el corazón para Dios en lugar de tenerlo lleno con otras cosas. Es así que afirmó: “La riqueza es peligrosa y, – dice Jesús–, dificulta incluso la salvación. No porque Dios sea severo, ¡no! El problema está en nosotros: el tener demasiado, el querer demasiado sofoca nuestro corazón y nos hace incapaces de amar. Nuestro corazón es como un imán: se deja atraer por el amor, pero solo se adhiere por un lado y debe elegir entre amar a Dios o amar las riquezas del mundo; vivir para amar o vivir para sí mismo”.
El Papa invitó a rezar para pedir la gracia de liberarse de las seguridades del mundo y confiar plenamente en Jesús. Por último, aseguró que aligerar el corazón de bienes hace que sea más libre para amar a Dios y transmitir la alegría. Tal y como hicieron estos nuevos siete santos.
“Pablo VI lo hizo, siguiendo el ejemplo del apóstol del que tomó su nombre. Al igual que él, gastó su vida por el Evangelio de Cristo, atravesando nuevas fronteras y convirtiéndose en su testigo con el anuncio y el diálogo, profeta de una Iglesia extrovertida que mira a los lejanos y cuida de los pobres. Pablo VI, aun en medio de dificultades e incomprensiones, testimonió de una manera apasionada la belleza y la alegría de seguir totalmente a Jesús. También hoy nos exhorta, junto con el Concilio del que fue sabio timonel, a vivir nuestra vocación común: la vocación universal a la santidad. No a medias, sino a la santidad. Es hermoso que junto a él y a los demás santos y santas de hoy, se encuentre Monseñor Romero, quien dejó la seguridad del mundo, incluso su propia incolumidad, para entregar su vida según el Evangelio, cercano a los pobres y a su gente, con el corazón magnetizado por Jesús y sus hermanos. Lo mismo puede decirse de Francisco Spinelli, de Vicente Romano, de María Catalina Kasper, de Nazaria Ignacia de Santa Teresa de Jesús y también nuestro joven abruzzese-napolitano, Nunzio Sulprizio: el santo joven, valiente, humilde que supo encontrar a Jesús en el sufrimiento, en el silencio y en el ofrecimiento de sí mismo. Todos estos santos, en diferentes contextos, han traducido con la vida la Palabra de hoy, sin tibieza, sin cálculos, con el ardor de arriesgar y de dejar. Que el Señor nos ayude a imitar su ejemplo.”
Monseñor Oscar Romero, obispo de San Salvador y conocido como Romero de América, murió en marzo de 1980, en circunstancias muy similares a muchos sacerdotes de nuestra querida Iglesia perseguida. Monseñor, estaba en Misa, acababa de consagrar las especies cuando un escuadrón interrumpió la ceremonia y lo asesinó.
Romero sabía que lo asesinarían; lo tenía claro, según narran sus colaboradores en sus últimos años de vida, y era consciente de que la causa de su muerte sería su implacable lucha por los más desfavorecidos y crítica incansable de las injusticias que se cometían a diario.
“Si me matan, resucitaré en el pueblo salvadoreño”, “que mi sangre sea la semilla de libertad y la señal de la esperanza”, “les ordeno en nombre de Dios: ¡cese la represión!”, son algunas de las frases más recordadas del mártir, quien las usaba en sus homilías y las transmitía a sus seguidores.
En la ceremonia de canonización estuvo presente -entre las delegaciones internacionales- el presidente salvadoreño, Salvador Sánchez Cerén, el presidente de Chile, Sebastían Piñera y la reina emérita de España, Doña Sofía.y más de 7 mil peregrinos salvadoreños.