Actualmente, el país atraviesa la crisis política, económica y social más difícil desde su independencia en 1991. De los 44 millones de ucranianos, poco menos del 10% son católicos.
Una preocupación central de la Iglesia es apoyar a las familias.
Los religiosos llevan a cabo una labor indispensable con todos los que acuden a ellos en busca de consejo y apoyo: personas mayores, enfermos, discapacitados e incluso niños. Pero la Iglesia católica en Ucrania tiene dificultades para hacer frente a muchas necesidades que requieren financiamiento. Sin ayuda del exterior, ella sola no puede.
En la diócesis de Kharkiv-Zaporizhzhya los feligreses son pobres y no pueden ayudar a las religiosas. 46 hermanas de 9 comunidades, participan activamente en la diócesis. La misión de todas estas hermanas es esencial: trabajan en dos casas para madres solteras y en el centro social, para personas sin hogar y enfermas. Imparten catequesis en las parroquias, organizan retiros para matrimonios y para jóvenes, ayudan a los niños con las tareas escolares y los cuidan. Además, seis hermanos de tres comunidades están involucrados en la Iglesia y en la casa para hombres sin hogar.
La Hna. Sabina Pekala, de las Hermanitas Misioneras de la Misericordia, trabaja como enfermera en el Centro Social Santa Isabel de Hungría. “Lo más importante es estar con las personas y darles esperanza”, nos dice. “Cinco días a la semana, llevo a cabo consultas y atención médica básica a feligreses, ancianos, familias con muchos niños, discapacitados y personas sin hogar, algunos de ellos son refugiados de la guerra”.
“Actualmente, ante la pandemia del COVID-19, informo a mis pacientes sobre qué hacer para evitar enfermarse. Con la ayuda de otras hermanas y de madres alojadas en las Casas de la Esperanza de Cáritas, en la diócesis de Kharkiv, también distribuimos mascarillas.
¡Lo más importante es estar con la gente y darles esperanza!”