Hoy se cumplen dos años de los terribles hechos que remecieron Marawi, Filipinas. Cuesta pensar que sólo han transcurrido 24 meses de ese 23 de mayo de 2017. Para quienes vivían en la ciudad, hay un antes y un después y ya nada será igual.El año pasado, pocos meses después de que la ciudad fuese liberada, un grupo de ACN viajó a Filipinas y pudo ver hasta qué punto la violencia religiosa transforma a las sociedades. La convivencia natural que existía se vio repentinamente truncada.
Reinhard Backes, miembro de la delegación señaló: es dramático ver cómo los islamistas han usado y destruido toda una ciudad, una antigua cultura; es decir, adónde lleva la ceguera ideológica. Por otro lado, la gente de Marawi me ha sorprendido mucho. Su situación es desastrosa, pero tienen esperanza y actúan. He visto la importancia que tiene para ellos la fe católica, el principio del amor al prójimo que se refleja en ayuda concreta para las víctimas. Los jóvenes voluntarios, tanto musulmanes como cristianos, se relacionan abiertamente, lo cual anima mucho. Casi al unísono han dicho que su esfuerzo común les ha llevado a comprender mejor las convicciones de los otros, pero que también se han visto reforzados en su propia identidad.
Marawi es un centro de la fe musulmana en Mindanao, la segunda isla de Filipinas en cuanto a tamaño, que sin embargo tiene mayoría cristiana. Justamente éste es el objetivo que han elegido los extremistas islamistas para sus ataques. Todo comenzó el 23 de mayo de 2017: el ejército filipino había planeado una operación para detener a los líderes del denominado «Estado Islámico» en esta región. Pero los extremistas se adelantaron y ocuparon el casco histórico de Marawi, que mantuvieron hasta muy entrado el mes de octubre. En definitiva, el conflicto fue solucionado con el uso de la violencia; el ejército bombardeó masivamente el centro de la ciudad. Según datos oficiales murieron 920 extremistas, 165 soldados y 45 civiles.
Los extremistas atacaron la ciudad usando túneles y uno de sus objetivos fue la catedral católica de Santa María. La iglesia que era muy sencilla está completamente destruida y también todas las figuras, estatuas de la Virgen o crucifijos. Yo vi una estatua de la Virgen decapitada -comenta Reinhard- al parecer, la cabeza fue quemada.
Fue todo muy violento. Fueron tomados muchos rehenes; la mayoría de ellos eran cristianos. Al parecer, uno de los primeros objetivos de los ataques de los extremistas en la ciudad fue la catedral católica de Santa María. Posiblemente quisieron tomar como rehén al Obispo de Marawi, Edwin de la Peña; pero en ese momento no se encontraba en el centro de la ciudad. En su lugar se llevaron Vicario general, Teresito Suganob, y a otros fieles. Pero los islamistas también tomaron como rehenes a musulmanes, a los que acusaban de colaborar con los cristianos.
Los yihadistas ocuparon un hospital y la Alcaldía de Marawi, además de quemar iglesias, un centro educativo y una prisión, mientras que decenas de encapuchados recorrían las calles de la ciudad a bordo de vehículos portando banderas negras del Estado Islámico. Tomaron a cuientos de rehenes que los militares lograron rescatar en los días siguientes. Sin embargo, un gran grupo de ellos debió esperar al 16 de noviembre para su liberación. Durante todo ese tiempo la ciudad estuvo tomada por los jihadistas y se vivió en constante conflicto.
Es por eso que el viaje de la delegación de ACN fue tan significativo y quiso mostrar al mundo que Filipinas también es blanco de los jihadistas.
La comunidad católica de Marawi son unos pocos miles de personas que ahora han quedado desperdigadas. El obispo, monseñor de la Peña se esfuerza en reforzar el sentimiento de comunidad y reconstruir las relaciones humanas e interreligiosas.
La diócesis puso en marcha algunas iniciativas como un centro de rehabilitación que ofrece apoyo a más de 200 personas que fueron retenidas durante meses y que sufrieron suplicios físicos y psíquicos. Otro proyecto que llama la atención y donde ACN está colaborando es «Youth for Peace», «Jóvenes por la paz». Son estudiantes de ambos sexos, en su mayoría musulmanes, de la Mindanao State University que visitan campos de refugiados, pues como consecuencia del conflicto han huido del centro de la ciudad muchos miles de personas, que viven ahora en campos levantados en los alrededores. «Youth for Peace» tiene como objetivo ayudar a esos refugiados, decirles: estamos aquí, queremos hacer posible de nuevo lo que ya existió, una convivencia pacífica. De esto es de lo que se trata en esa labor de estudiantes. Y no tiene ninguna importancia que los refugiados sean cristianos o musulmanes.
Y es el mismo objetivo que busca Ayuda a la iglesia que Sufre a través de ayudas de emergencia y colaboración con los proyectos de la Iglesia local.