La situación es extremadamente difícil en las diócesis de Matagalpa y de Estelí, ambas bajo la responsabilidad de Mons. Álvarez, donde la vigilancia es muy fuerte, relatan las mismas fuentes; pero en todo el país los fieles temen que obispos y sacerdotes pueden ir a la cárcel o ser deportado.
Además del clero diocesano, también las congregaciones religiosas están sufriendo las consecuencias de la política de silenciamiento por parte del gobierno, después de que las religiosas de la Madre Teresa de Calcuta fueran expulsadas, otras religiosas como las trapenses o unas hermanas de Puerto Rico se han ido de forma voluntaria pero animadas por el acoso del Estado. Según informaciones recibidas por ACN, en muchos casos, se está prohibiendo a las órdenes religiosas que reciban donaciones para llevar a cabo sus obras de caridad y ayuda a los más necesitados, quitando permisos de residencia o incluso quitando la nacionalidad nicaragüense a misioneros que la habían recibido.
Los católicos nicaragüenses viven esta situación con tristeza, sufrimiento e impotencia. Pero a pesar de las dificultades, las iglesias y, en particular, las capillas de adoración perpetua, siguen siendo visitadas por los fieles.
“A pesar de los asedios a las parroquias, nuestra devoción continúa siendo muy fuerte. Los nicaragüenses tenemos tres amores: Jesús en la eucaristía, la Purísima [devoción a Maria Inmaculada] y los pastores (el santo padre, los obispos y los sacerdotes). Ellos tienen nuestras oraciones”, cuenta María.
“El miedo no nos paraliza. Estamos seguros que el clamor de este pueblo será escuchado por Dios. El miedo no nos paraliza mientras tengamos fuerzas para arrodillamos y alzar nuestras manos a Dios , rogando a Quien todo lo puede”, concluye la joven fiel nicaragüense.