Cuando, en abril de 2022, un grupo de representantes de las oficinas nacionales de la fundación internacional Ayuda a la Iglesia que Sufre (ACN) lo visitó, Salim llevaba ya ocho meses sin trabajo. Su mujer tampoco trabaja, pues se dedica plenamente al cuidado de sus hijas, que dejaron de ir a la escuela porque la familia no puede pagar los boletos de autobús. Sin embargo, María, la mayor de las niñas, sueña con ser médico.
La casa donde viven necesita urgentemente reparaciones, pero no pueden permitírselas. En el dormitorio, donde duerme toda la familia, se ha derrumbado parte del techo, el abuelo, Elies, duerme en un sofá en la cocina, la otra habitación de la casa.
Cada dos meses, la Iglesia maronita entrega a esta familia un paquete de alimentos financiado por ACN. “La gente pide constantemente ayuda a la Iglesia”, explica el P. Yacoub Saab, un sacerdote local. “Se han vuelto muy dependientes de los paquetes de alimentos. Siempre fueron pobres, pero la crisis los ha hundido en la miseria”, concluye.
Los Assaf son una de las 150 familias cristianas -unas quinientas personas en total- que siguen viviendo en Tiro. Antes, la Iglesia católica maronita representaba a la mayoría de la población, oficialmente todavía hay quinientas familias cristianas en los registros, pero la mayoría ya se ha ido -sobre todo, después de la guerra de 2006 con Israel- en busca de una vida mejor. En la actualidad, la inmensa mayoría de los residentes son musulmanes chiíes.