Sin embargo, para la religiosa, que llegó a Haití en 2006, lo más doloroso es la indiferencia del mundo:
“Lo peor es que nadie hable sobre ti. Nadie sabe lo que está pasando, no se interesan por lo que estamos sufriendo en este país”.
“La Iglesia también está siendo atacada”, afirma la misionera. El 25 de junio de 2022 asesinaron a sor Luisa del Orto, religiosa italiana que llevaba 20 años en Haití. “Era más que una amiga para mí. Cuando me dieron la noticia, caí de rodillas del dolor por la terrible perdida”, recuerda. “No se sabe todavía por qué la mataron. Inicialmente hablaron de que era un robo, pero estoy convencida que alguien pagó para matarla en la calle. Es de verdad un horror”, explica con voz pausada y serena, a pesar del drama que describe.
Dos semanas después atacaron la catedral en la capital haitiana. “Incendiaron la catedral e intentaron matar a los bomberos que llegaban para apagar las llamas. Después con un camión, intentaron destruir los muros de la catedral”, relata la religiosa de la Fraternidad Misionera Franciscana en su conversación con la fundación ACN.
Pero los ataques y asaltos a edificios y organizaciones religiosos se han dado no sólo en la capital, Port-au-Prince, sino también en otros puntos del país. “En Port-de-Paix o Les Cayes, y en otras ciudades del país, atacaron los edificios de la Cáritas llevándose todo lo que había, todas las ayudas humanitarias que llegan y destruyendo las oficinas de sus empleados”.
Desde agosto Sor Marcela se encuentra en Italia, donde estaba de visita cuando se recrudecieron los ataques. La situación le impide regresar a Haití y eso la llena de dolor:
“Me pidieron que no volviera que era mejor esperar un poco. Entre otras cosas porque hace dos meses que mataron a sor Luisa. No quieren otra hermana mártir en este país. Así me he quedado a la espera. Es muy difícil para un misionero estar fuera de su país. Eso es muy duro. Pero tengo la certeza de que el Señor me está pidiendo eso”
.
Según la hermana, la situación es indescriptible, empeora día a día y ha afectado también su misión, un orfanato en uno de los barrios de favelas más peligrosos del mundo.
“Hace como un mes prendieron fuego en la capilla de nuestra misión. Todo está quemado. No tenemos altar, bancos… ya no hay nada. El Santísimo está a salvo, porque por seguridad cuando me voy, lo guardo en otro sitio más seguro y gracias a Dios estaba allí.”
Sor Marcela es la única religiosa en la misión. La hermana que había comenzado con ella tuvo que regresar a Italia porque sufrió un tremendo shock después del terremoto del 2010, donde lo perdieron todo. Las condiciones en las que está viviendo son enormemente difíciles. El barrio nació hace 20 años sobre el basurero de la capital y hoy viven más de 100.000 personas en chabolas de zinc, sin agua, ni electricidad.
“Yo, desde hace ya un año, no puedo salir para asistir a la misa por las mañanas porque las bandas cierran el barrio y no se puede entrar ni salir. Así que no puedo ir ni a la misa”. “Esto es un dolor, un tremendo dolor”, repite la religiosa.