El Papa, refiriéndose a la historia de Kazajistán en los años de la Unión Soviética, se ha referido a la herencia del ateísmo de Estado, para reiterar que “las religiones no son un problema, sino parte de la solución para una convivencia más armoniosa”. Es precisamente la búsqueda de la trascendencia y el valor sagrado de la fraternidad lo que puede “iluminar las decisiones a tomar en el contexto de las crisis geopolíticas, sociales, económicas y ecológicas -pero, en la raíz, espirituales- que atraviesan muchas instituciones en la actualidad, también las democracias, poniendo en peligro la seguridad y la concordia entre los pueblos”.
El Pontífice ha puesto de manifiesto la libertad religiosa como “condición esencial” para un desarrollo realmente humano e integral. “Somos criaturas libres. Nuestro Creador se ha ‘hecho a un lado por nosotros’, ha ‘limitado’ su libertad absoluta -por así decirlo- para hacer también de nosotros unas criaturas libres. ¿Cómo podemos entonces obligar a algunos hermanos en su nombre?” ha dicho el Papa. Como enseñaba el poeta Abai, citado por el Papa Francisco, “Mientras creemos y adoramos no debemos decir que podemos obligar a los demás a creer y adorar”.
Además ha recordado “derecho de toda persona dar testimonio público de la propia fe; proponerla sin imponerla nunca” porque el anuncio es, por naturaleza, “diferente del proselitismo y del adoctrinamiento”. Mientras que “Relegar a la esfera de lo privado el credo más importante de la vida privaría a la sociedad de una riqueza inmensa”. Por el contrario, “favorecer ambientes donde se respire una respetuosa convivencia de las diversidades religiosas, étnicas y culturales es el mejor modo para valorar las características específicas de cada uno, de unir a los seres humanos sin uniformarlos”.
En la actualidad – ha continuado el Obispo de Roma en la segunda parte de su discurso - las comunidades de creyentes y los líderes están llamados a afrontar cuatro desafíos globales: los efectos de la pandemia del Covid-19, que "nos ha puesto a todos al mismo nivel", mostrando que nadie es plenamente autónomo y autosuficiente: La tarea de los creyentes – ha señalado el Papa- es también “ayudar a los hermanos y las hermanas de nuestra época a no olvidar la vulnerabilidad que nos caracteriza, a no caer en falsas presunciones de omnipotencia suscitadas por los progresos técnicos y económicos, que en sí mismos no bastan”. Ante los conflictos y las guerras que desgarran el mundo – ha continuado el Pontífice-, los creyentes y los líderes religiosos están llamados también a afrontar el reto global de repetir al mundo que “Dios es paz y conduce siempre a la paz, nunca a la guerra”. Y a incrementar los esfuerzos, para que nunca más “el Omnipotente se vuelva rehén de la voluntad de poder humano”. El Papa ha invitado a todos a liberarse “de la presunción de sentirnos justos y de no tener nada que aprender de los demás”, y “de esas concepciones reductivas y ruinosas que ofenden el nombre de Dios por medio de la rigidez, los extremismos y los fundamentalismos, y lo profanan”.
“¡Que lo sagrado - ha señalado el Pontífice - no sea apoyo del poder y el poder no se apoye en la sacralidad!!”. Los conflictos se deben resolver “no con las ineficaces razones de la fuerza, con las armas y las amenazas, sino con los únicos medios bendecidos por el cielo y dignos del hombre: el encuentro, el diálogo, las tratativas pacientes, que se llevan adelante pensando especialmente en los niños y en las jóvenes generaciones”.
El sentido de ser criaturas unidas por el vínculo de fraternidad – ha añadido el Pontífice en la parte final de su discurso - debe guiar a las comunidades de fe para afrontar juntas también los desafíos globales de la acogida y la salvaguarda de la Creación, nuestra casa común”. Un compromiso que hay que asumir sin perseguir falsos y banales atajos “sincretistas”. “No busquemos falsos sincretismos conciliadores —no sirven—, sino más bien conservemos nuestras identidades abiertas a la valentía de la alteridad, al encuentro fraterno. Sólo así, por este camino, en los tiempos oscuros que vivimos, podremos irradiar la luz de nuestro Creador” ha concluido el Pontífice.