Cosechas destruidas y aumento de las deudas
Patras Baagh, de 65 años, cultiva algodón y quimbombó (u ocra) en cuatro hectáreas de tierra de la diócesis; este año recolectó la primera cosecha a finales de julio. «Durante el verano, cuando hacía un calor récord, solo había agua para la agricultura una vez al mes, y las plantas estaban sedientas. Ahora se pudren por debajo de entre 1,80 y 2,40 metros de agua", dice Baagh, que ahora tiene que cargar con deudas por más de 1.400 euros.
«Después de fumigar durante todo un día volvieron los mosquitos. Ahora, los niños sufren inflamaciones de garganta, malaria, dengue y enfermedades de la piel. No tenemos dinero para los libros de texto».
Su familia tiene que dormir ahora al raso, pues su casa de adobe quedó dañada por las lluvias.
Otra situación difícil es la que vive la familia de Asif George y otros 25 cristianos viven en Chak, un pueblo de la provincia de Sindh. Actualmente, la familia vive bajo un árbol sisu o sheesham, al que también ha atado su cabra.
«Después de derribarse los muros exteriores de nuestra casa de adobe nos trasladamos a una colina; pero también al aire libre hacía demasiado calor. No sabemos qué nos deparará el futuro. El algodón que se produjo en la primera cosecha se ha podrido y la caña de azúcar también se está volviendo inservible», se lamenta este agricultor católico frente a ACN.
En otros lugares de Pakistán, la catástrofe ha provocado que los pobres del campo estén ahora endeudados con los ricos terratenientes (waderas) que poseen cientos de hectáreas. Estas tierras son cultivadas por sencillos agricultores, pero estos solo tienen derecho a una pequeña parte de la cosecha.
«Nadie puede enfrentarse a los grandes terratenientes. Por desgracia, las inundaciones anuales siempre afectan a los pobres. Entre los más afectados están las personas que viven ilegalmente en los cauces de los ríos secos. Generaciones enteras de campesinos pobres están ya sometidos a la esclavitud de la deuda por esta causa», explica Mons. Shukardin.
«La situación es grave, estoy preocupado por los próximos meses. La destrucción continúa incluso después de las lluvias torrenciales. Una visita solidaria del clero y los religiosos es un gran consuelo para las personas atrapadas por las inundaciones», añade el obispo.
Indiferencia y discriminación
Según el Índice de Riesgo Climático Global, Pakistán ocupa el octavo lugar entre los países más afectados por el cambio climático. Sin embargo, el obispo dice que la indiferencia del gobierno también es culpable de la tragedia.
«Por parte del gobierno provincial hay una falta de planificación; se les acusa además de usar mal los fondos. Pasarán al menos seis meses antes de que el agua desaparezca y la tierra vuelva a estar seca. No hay instalaciones de drenaje en los pueblos», dice el obispo, y añade que las minorías religiosas son discriminadas.
«Ningún parlamentario local ha ayudado a los cristianos afectados por las inundaciones. También tenemos derecho a recibir ayuda contra las inundaciones», expone el obispo Shukardin.
No es la primera vez que se plantea esta cuestión. En 2020, activistas de Derechos Humanos se quejaron de que las organizaciones partidistas obstruyeron el suministro de alimentos y ayuda a las minorías no musulmanas durante los confinamientos debidos al COVID.
A petición de Mons. Shukardin, ACN se comprometió a destinar más de 200.000 euros en ayuda de emergencia a más de 5.000 familias y a reparar las iglesias e infraestructuras parroquiales dañadas en la diócesis de Hyderabad. Otros 31.000 euros se destinarán a la archidiócesis de Karachi a fin de proporcionar 310 paquetes de alimentos y utensilios de cocina para apoyar a las familias cuyos hogares han sido destruidos.