«Fue toda una sorpresa, porque me empezaron a llevar de un lado a otro como otras tantas veces, en auto y en avionetas. Y hasta que no vi un coche oficial, no fui consciente de que todo había acabado». En apenas unas horas estaba en Roma, recibiendo la bendición del Papa Francisco.
Emocionada al rememorar su encuentro con el Papa, comparte cómo «me puse de rodillas en el sagrario y concentré todo mi agradecimiento a Dios».
A pesar de todo lo vivido, no hay rencor en esta consagrada.
«Fue una experiencia de amor, esperanza y caridad», dice. «Mientras yo estaba encerrada, cuando mis hermanas de comunidad caminaban por la calle del pueblo, nuestros vecinos se ponían de rodillas pidiéndoles perdón en nombre del Islam por lo que a mí me estaban haciendo», expone con nostalgia. Y remata con una voz tan serena como firme:
«Si por mí fuera, volvería a Mali mañana mismo».
¿Qué ocurre en Mali?
Mali como otros países del continente enfrenta, hambre, analfabetismo, pobreza y desórdenes. Vive de la agricultura y la pesca a pesar de que hay muchos minerales, incluso oro en su subsuelo. Riquezas que la gente no ve y que por el contrario alimentan el hambre de sus vecinos y de los grupos terroristas. El Gobierno de Mali se enfrenta a una importante y creciente presencia de grupos yihadistas armados cada vez más activos en las zonas central y norte del país. Sus objetivos principales son las fuerzas de seguridad, pero también atacan al personal religioso, como fue el caso de la hermana Gloria y otros misioneros de los que hemos tenido constancia.
Esta situación tiene profundas repercusiones en la libertad religiosa, ya que, aunque la religión no parece ser el principal motor de la violencia, la filiación religiosa aumenta la propensión a la persecución.
Sin duda estamos frente a un problema que excede a los gobiernos locales y que clama por la ayuda internacional. Si bien Francia ha apoyado a su excolonia, sus intentos son insuficientes ante extremistas islamistas con experiencia en combate que se han trasladado desde Irak y Siria para unirse a grupos criminales locales de los países subsaharianos: Mauritania, Mali, Burkina Faso, Níger, Nigeria, norte de Camerún, Chad, República Centroafricana, República Democrática del Congo, Somalia y Mozambique.