Mamu wa Bupole (Nuestra Señora de la Paz): así se llama el convento de las Clarisas de Mbuji-Mayi. Y paz es lo que necesita urgentemente la República Democrática del Congo, pues varias zonas del país siguen siendo escenario de conflictos armados en los que participan grupos rebeldes que cambian constantemente.
El país, que tiene una superficie cuatro veces mayor que Francia, cuenta con ricos recursos naturales como oro, diamantes, minerales y petróleo, pero, sin embargo, una gran parte de los 89,5 millones de habitantes vive en la más absoluta pobreza.
Las Clarisas, que llevan una vida austera de oración y penitencia en la reclusión de su claustro, rezan por la paz en su país y el mundo entero, y llevan las desgracias de toda la humanidad ante Dios.
“Con nuestra oración, apoyamos los miembros de Cristo que sufren”, dicen ellas mismas. Solo salen de su convento cuando es inevitable, especialmente para fines formativos o tratamientos médicos o para proveerse de lo necesario para su comunidad, pero también para las personas que a diario llaman a la puerta de su convento pidiendo ayuda. En ocasiones, las religiosas también tienen que buscar un médico para las Hermanas mayores.
Las Clarisas tenían el problema de que su coche, que llevaban usando desde hacía más de veinte años, ya no era fiable y se estaba convirtiendo en un peligro cada vez mayor para las propias Hermanas y los demás usuarios. Como el convento está situado en las afueras de la ciudad, las religiosas dependen de un vehículo, por lo que la abadesa, Hna. Claire Marie Muenga, se dirigió por escrito a nosotros en su aflicción: “¡Tenéis ante vosotros a Hermanas desesperadas que cuentan con vuestra ayuda!”. Nuestros benefactores no las dejaron en la estacada y donaron 28.900 euros para que las Clarisas tuvieran un auto fiable.
Las religiosas están encantadas y, en nombre de toda la comunidad conventual, la Abadesa nos escribe:
“¡Nuestra más sincera gratitud por vuestra ayuda! Tened por seguro que rezamos por vosotros”.