Vital para el proceso de recuperación es motivar el encuentro personal con Dios, que es Amor. Así las mujeres logran encontrar un sentido a sus vidas, haciendo una experiencia de perdón, primero con ellas mismas y después con su pasado. Este cambio les devuelve la alegría de vivir y, a su vez, contagia a las familias que ven su cambio.