¿Cómo valora la situación política en el país? ¿Siguen presentes las consecuencias de la guerra con Rusia?
Georgia, un país con cuatro millones de habitantes y una larga frontera común con Rusia, ha roto oficialmente las relaciones diplomáticas con Rusia desde la guerra de 2008. Vive bajo la tensión resultante de la fuerte presión económica y política ejercida por su enorme vecino y la orientación hacia una mayor integración europea. La postura más bien conciliadora hacia Moscú del actual Gobierno, que ganó por primera vez las elecciones en 2012, es duramente criticada por la oposición.
Durante nuestra visita a Tiflis hubo tensiones y protestas por el encarcelamiento del expresidente Saakashvili, que afortunadamente fueron pacíficas. Saakashvili es prooccidental, a su regreso al país fue detenido y encarcelado por delitos cometidos durante su mandato. En las manifestaciones, que afortunadamente han sido pacíficas hasta ahora, se pide la liberación del expresidente y nuevas elecciones.
La Iglesia católica sólo representa un 1% de la población de Georgia. ¿Cómo ve sus posibilidades de supervivencia?
En Georgia, la Iglesia católica soporta condiciones extremadamente difíciles. Muchos creyentes de la Iglesia ortodoxa -a la que pertenece la mayor parte de la población (alrededor del 85%)-, a menudo no diferencian entre identidad religiosa e identidad nacional. La idea generalizada de que un buen georgiano debe ser ortodoxo dificulta que los católicos vivan su fe. La Iglesia ortodoxa georgiana, a diferencia de muchas otras Iglesias ortodoxas, no reconoce el bautismo y el matrimonio católicos. Así, las parejas mixtas se ven obligadas a elegir una confesión y las familias políticas ortodoxas presionan a los cónyuges católicos para que renuncien a la suya.
Finalmente, varios templos católicos utilizados por los ortodoxos en la época soviética no han sido restituidos y no existe ningún diálogo al respecto.
Ante esta actitud hostil, la Iglesia católica evita la confrontación y trata de promover el diálogo y la comprensión mutua en la medida de lo posible. Pero, para promover el diálogo es necesario mantener una presencia viva y no meramente simbólica en las comunidades. Durante nuestro viaje, fuimos testigos del admirable espíritu misionero de los religiosos y laicos -georgianos y no georgianos-, que obran rodeados de numerosas dificultades, experiencias poco satisfactorias y, a veces, la sensación de estar aislados. En este sentido, la ordenación de un joven sacerdote georgiano durante la visita de ACN fue un signo de esperanza para el pequeño rebaño de la Iglesia católica georgiana. El nuevo sacerdote, P. Beqa, es el sexto georgiano ordenado desde el fin de la Unión Soviética.