La historia de Francisco
La historia de Francisco
La historia de Francisco, o Chico como le dicen sus amigos, es única, un abismo de tristeza irrepetible. Desde 2017, Muidumbe, provincia de Cabo Delgado, ha sido blanco de grupos terroristas y el extremismo islámico. Más de 3.300 personas murieron y casi un millón fueron desplazadas. Chico es uno de ellos.
Muidumbe tenía casi 80.000 habitantes.
Como recuerda Chico, fue atacada dos veces: “En el primer ataque, dos personas fueron brutalmente decapitadas y la casas incendiadas. El segundo ataque, a fines de octubre de 2020, fue más violento. Los rebeldes permanecieron en la ciudad durante más de dos meses. La ciudad estaba llena de terroristas. De noche deambulábamos por el bosque, buscando agua y comida… Sin comida ni agua, la situación de los que huían era desesperada. “Pasaron los días y nuestras casas fueron incendiadas y destruidas. Envié a cuatro de mis hijos con familiares. El mayor, de 24 años, se quedó. Cuando atrapaban a personas tratando de conseguir comida, las mataban, así que le dije a mi hijo que no fuera a la ciudad porque era demasiado peligroso".
Un día, algunas personas que conocía le dijeron que habían decapitado a su hijo. Salió con un grupo de jóvenes y se encontró con terroristas. Chico fue a buscar a su esposa para contarle la terrible noticia. Hubo muchas lágrimas.
Pero, en medio de la tristeza y el miedo, este padre quiso honrar a su hijo y enterrar su cuerpo. “Regresé al pueblo por la noche y me llevé la pala. Después de dos semanas, encontramos que el cuerpo ya se estaba descomponiendo. La cabeza colgaba de un poste al lado del cuerpo tirado en el suelo. Llenos de miedo, cavamos una tumba mientras uno de nosotros velaba".
Además de los crímenes que presenció, la vida de desplazado y la separación de su familia, Chico vivió la tragedia de la desaparición de su madre. Su madre de 95 años, que vivía con una hermana, desapareció durante un ataque: “Yo mismo fui a buscarla, pero no encontré cuerpo ni ropa. Nadie sabía nada de ella. Entonces me di cuenta de que nunca volvería a ver a mi madre”.
Después de muchas preocupaciones, Chico se reunió con su esposa en Pemba, donde ahora viven, enfrentando enormes dificultades. Trató de reunir a la familia, pero en Pemba las condiciones son difíciles y no tenían los medios para mantener a los niños con ellos. Tienen que dormir al aire libre, en un patio trasero, que les facilita Rosalina, bajo lonas de plástico para protegerse de la lluvia. Las personas desplazadas no son las únicas que sufren un trauma. La propia Rosalina no puede dormir por la noche. Ella ve y siente esta enorme tristeza a su alrededor...
