En Irlanda se endurecieron las restricciones desde octubre del 2020 cuando primero se suspendió el culto religioso en público y se incluyó después en el código penal en abril del 2021, convirtiendo a la república en una de las más restrictivas de todo el mundo en cuanto a la libertad religiosa. En mayo se restablecieron las celebraciones de misa con aforo limitado de 50 personas, siempre que la iglesia en particular contara con el espacio suficiente.
La abolición de las celebraciones eucarísticas hizo recordar a muchos irlandeses la persecución religiosa que sufrieron los católicos del país entre los siglos XVI-XVIII, cuando los ingleses intentaron extinguir el catolicismo de la isla y se celebraban las misas a escondidas.
En toda Irlanda, los católicos, tanto los descendientes de los nativos galos como los colonos normandos, asistían en secreto a esas misas clandestinas. En las zonas rurales, estas se celebraban en las llamadas “Mass Rocks”, rocas de piedra convertidas en altares al aire libre. Las “Mass Rocks” siguieron utilizándose hasta el siglo XIX en algunas zonas.
Los riesgos asumidos por los sacerdotes, que celebraban la santa misa en estas rocas, ayudaron a mantener a Irlanda fiel a la fe católica. Uno de estos sacerdotes fue el padre Nicholas Mayler, párroco de la diócesis de Ferns, en el sureste de Irlanda. Durante la época de persecución de los católicos de Irlanda, se quedó para atender a su congregación. El día de Navidad de 1653, mientras celebraba la santa misa en una “Mass Rock” en el pueblo de Tomhaggard Co. Wexford llegaron las tropas inglesas y lo mataron. Una feligresa local, la Sra. Lambert, consiguió recuperar el cáliz y dárselo a la familia del párroco. En el siglo XIX, un pariente del mártir, el archidiácono Philip Mayler, devolvió el cáliz del padre a la iglesia que ahora se utiliza en la misa de Navidad que se celebra todos los años en la “Mass Rock” de la localidad.