Una de las prioridades de la cumbre fue Nigeria, donde la persecución religiosa es todavía más grave. Sin embargo, la situación apenas encuentra cobertura en los principales medios de comunicación y no recibe suficiente atención por parte de los gobiernos occidentales. El socio del programa de ACN, el padre Joseph Bature Fidelis, psicólogo a cargo del Centro de Recursos Humanos y Adquisición de Habilidades para la Atención de Traumatismos en la diócesis de Maiduguri, Nigeria, lugar de nacimiento de Boko Haram, defendió el liderazgo de EE. UU. en este asunto. El centro -diseñado para ayudar a la recuperación y reintegración social de las víctimas, principalmente mujeres, de la violencia yihadista- ha sido financiado en gran parte por ACN.
Según el Nigeria Security Tracker, Boko Haram ha matado a más de 40.000 personas en Nigeria desde 2011. El Índice Global de Terrorismo 2020 sitúa a Nigeria como el tercer país más afectado por el terrorismo, después de Afganistán e Irak. Además de Boko Haram, el índice señala a los extremistas fulani como el grupo terrorista más activo del país. El padre Fidelis, refiriéndose a la "violencia sin parangón", dijo que "en ningún otro lugar hay esta magnitud de persecución".
Cuestionó la persistente teoría de que la violencia de los fulani está vinculada a la competencia por la tierra relacionada con el cambio climático. El sacerdote se pregunta: "¿Qué tienen que ver los recursos con el secuestro de mujeres o la quema de iglesias?". Lo que conecta a Boko Haram, ISWAP (Provincia de África Occidental del ISIS) y los fulani es una "agenda islamista", acusa, "la religión es un factor clave".
Otros testimonios sobre Nigeria fueron los de la doctora Gloria Puldu, presidenta de la Fundación Leah Sharibu, que trabaja por la liberación de Leah, que lleva ya cuatro años retenida por Boko Haram. Joy Bishara contó su calvario como una de las 276 niñas de Chibok secuestradas por Boko Haram en 2014, ella escapó, pero 111 niñas siguen desaparecidas. El obispo Matthew Kukah, de Sokoto (Nigeria), también se dirigió a la cumbre en varias ocasiones.
El encuentro contó con numerosos testimonios de supervivientes y víctimas del odio y la persecución religiosa. El punto álgido de la emoción llegó con los relatos de dos testigos: Irene Weiss describió su supervivencia en Auschwitz, donde llegó con 13 años, perdió a sus padres y cuatro hermanos en las cámaras de gas. Mariam Ibrahim, cristiana condenada a muerte, habló de un año de prisión en Sudán, acusada de apostasía del islam. Encadenada al suelo de su celda, dio a luz a un hijo.
El principal organizador de la cumbre fue el embajador Sam Brownback, que ocupó el cargo de embajador general de Estados Unidos para la Libertad Religiosa Internacional bajo la administración Trump. En ese cargo, supervisó tres reuniones ministeriales para el avance de la libertad religiosa organizados por el Departamento de Estado de Estados Unidos en 2018, 2019 y 2020. La cumbre, un esperado evento anual, fue financiada por varias organizaciones, como The Templeton Religion Trust, The Alliance Defending Freedom y The Family Research Council.
"La persecución y la discriminación a causa de la propia fe es una de las principales acciones de cualquier grupo que pretenda dominar y oprimir, ya sea gubernamental o extremista. Las personas que defienden su derecho a buscar la verdad y la trascendencia, y a vivir según sus principios, son un obstáculo para quienes quieren eliminar el pluralismo. Los que abandonan esa búsqueda son muy fáciles de manipular", dijo Marcela Szymanski, redactora jefa del informe bianual de ACN sobre Libertad Religiosa en el Mundo.
Para terminar, el embajador Brownback destacó el objetivo fundamental de la cumbre: "Libertad de religión para todos, en todas partes, todo el tiempo".