“Son heridas difíciles de curar”. Según señala el P. Kwiriwi Fonseca de la diócesis de Pemba a la fundación Ayuda a la Iglesia que Sufre (ACN), además de los más de 2.500 muertos y más de 750.000 desplazados provocados desde octubre de 2017 por los ataques terroristas en Cabo Delgado, hay un elevado número de personas raptadas, fundamentalmente, niños y niñas.
No hay estadísticas oficiales al respecto, pero el P. Fonseca no duda en afirmar:
“Podemos hablar de cientos, si contamos todos los pueblos donde ha habido secuestros podemos señalar ese número”. Según el sacerdote, los jóvenes son secuestrados con objetivos muy concretos:
“Los terroristas utilizan a los niños para entrenarlos y adherirlos a sus filas, mientras que a las niñas las violan y las convierten en sus esposas. A algunas, cuando ya no les interesan, las echan”.
Encargado de las comunicaciones en la diócesis de Pemba, el P. Fonseca mantiene contacto con decenas de víctimas desplazadas por la violencia terrorista y está en constante contacto con otros sacerdotes y religiosas de la provincia de Cabo Delgado.
Religiosas entre los secuestrados
Una de las personas que lo alertó acerca de esta realidad fue la religiosa Eliane da Costa. Esta brasileña se encontraba en Mocímboa da Praia, en agosto del año pasado, cuando la ciudad costera cayó en manos de los terroristas, después de lo cual, decenas de personas fueron raptadas. La religiosa fue secuestrada junto con otra religiosa, la Hna. Inés Ramos, ambas de la congregación de San José de Chambéry.
“La Hna. Eliane pasó 24 días entre los terroristas, en el monte, y me pidió:
‘Padre Fonseca, no se olvide de las personas raptadas, sobre todo de los niños y