La vida ha cambiado en la región septentrional de Mozambique debido a esta guerra no declarada por grupos armados que dicen pertenecer al Daesh, los yihadistas del Estado Islámico, una guerra que ha traído consigo desde octubre de 2017 más de 2.500 muertos y más de 750.000 desplazados. La Iglesia trata de socorrer a la población forzada a huir y que ahora depende totalmente de la solidaridad ajena. “Tenemos que adaptarnos a esta nueva realidad”, señala también el P. Fonseca. “Aquí, hoy, la consigna es la flexibilidad”. Flexibilidad para socorrer a todos los que llaman a la puerta de la Iglesia pidiendo ayuda. “Nuestra vida ha cambiado. [Ser sacerdote] es algo así como ser un servicio de emergencias. Es eso mismo, es estar de guardia las 24 horas. Nosotros libramos esta lucha con ánimos, porque al final del día podemos decir que estamos vivos.”
“En el día a día intentamos no solo ser sacerdotes, sino también activistas, psicólogos, directores espirituales, socorristas, [incluso repartidores] de alimentos, voluntarios de Cáritas, de la diócesis... es para estas actividades que tenemos que estar preparados…”.
Según el sacerdote mozambiqueño, “nadie estaba preparado, es una situación que nos pilló de sorpresa, es una situación que nos ha conmocionado, porque nadie se prepara para la guerra o para el Covid-19 ni para esta desgracia. Así que estamos en estado de shock…”.
El P. Kwiriwi Fonseca es solo uno de los rostros de la Iglesia en Cabo Delgado, uno de los que tratan de curar las heridas, auxiliar a la población desesperada, encontrar a los desaparecidos y reunir a las familias. Cuando se le pregunta cuáles son las mayores necesidades, afirma: “Aquí nos falta de todo pero, ante todo, rezad por nosotros…”.
El P. Fonseca viene colaborando desde el principio con la fundación pontificia ACN en sus esfuerzos por ayudar a la diócesis de Pemba, a la Iglesia en Mozambique en general: “Damos las gracias a la fundación pontificia Ayuda a la Iglesia Necesitada por su apoyo y su presencia en nuestras vidas desde los primeros minutos de la crisis, en la diócesis de Pemba. Les agradecemos profundamente sus esfuerzos por estar siempre con nosotros. Hoy sabemos cuánto nos quieren y cuánto quieren a nuestro pueblo. Que Dios los bendiga a ustedes y a su misión…”.