El padre Johannes Kahn SJ ha desarrollado su labor pastoral durante décadas en varios países de Europa del Este, Asia Central y también en Rusia. Pasó casi 10 años en Kirguistán en una pequeña minoría católica. En febrero de 2021, estuvo unos días en Suiza, invitado por Ayuda a la Iglesia que Sufre (ACN), para informar sobre los proyectos de la fundación internacional en Asia Central. La entrevista corrió a cargo de Ivo Schürmann.
¿Cómo conoció la fe en tiempos de la Unión Soviética?
A mí me enseñaron la fe mi madre y mi abuela. En mi familia rezábamos mucho, antes de las comidas, antes de dormir, pero también entre medias. En el norte de Kazajistán, donde vivíamos, no había sacerdotes. Esto cambió cuando mi familia se trasladó en 1978 al centro de Kazajistán, donde se celebraban servicios religiosos con regularidad y donde profundicé en mi fe. Así maduró en mí el deseo de hacerme sacerdote.
Tras el servicio militar obligatorio de dos años en el ejército soviético, pude entrar en el seminario.
Fe y ejército: ¿Cómo encajan lo uno con lo otro?
En el ejército ser creyente no siempre estaba exento de peligros, pero tuve suerte. Pude rezar mucho durante ese tiempo. Además, como ruso-alemán no se me permitía hacer el servicio militar con uso de armas, lo que me venía bien. Además de trabajar en la oficina, también fui conductor de camión, donde con frecuencia, deliberadamente, me asignaban la tarea de conducir durante las festividades cristianas.
¿Y después del servicio militar?
Después de prestar el servicio militar, ingresé en el único seminario católico de la antigua Unión Soviética, situado en Letonia; los seminaristas procedían de