Por segundo año consecutivo el Domingo de Ramos y la Semana Santa la viviremos en pandemia. Con cuarentena y sin poder asistir a los oficios que son el centro de nuestra fe. Pero, nada de ello impide que vivamos este tiempo con especial recogimiento.
Este Domingo de Ramos te invitamos a poner un ramito en tu puerta de calle y así compartir con tus vecinos este momento tan importante de nuestra fe. Lo viviremos en familia, en la Iglesia doméstica, acompañando a Jesús en su entrada a Jerusalén. La felicidad de ellos duró poco, pero nosotros sabemos que Cristo Resucitó por cada uno de nosotros y por eso queremos acompañarlo en esta Semana Santa que iniciamos hoy.
El año pasado, el Papa Francisco, desde la soledad de una lluviosa tarde en la plaza San Pedro nos llamó a sobrellevar todos juntos este tiempo de pandemia.
"Desde hace algunas semanas parece que todo se ha oscurecido. Densas tinieblas han cubierto nuestras plazas, calles y ciudades; se fueron adueñando de nuestras vidas llenando todo de un silencio que ensordece y un vacío desolador que paraliza todo a su
paso: se palpita en el aire, se siente en los gestos, lo dicen las miradas. Nos encontramos asustados y perdidos. Al igual que a los discípulos del Evangelio, nos sorprendió una tormenta inesperada y furiosa. Nos dimos cuenta de que estábamos en la misma barca, todos frágiles y desorientados; pero, al mismo tiempo, importantes y necesarios, todos llamados a remar juntos, todos necesitados de confortarnos mutuamente. En esta barca, estamos todos. Como esos discípulos, que hablan con una única voz y con angustia dicen: “perecemos” (cf. v. 38), también nosotros descubrimos que no podemos seguir cada uno por nuestra cuenta, sino sólo juntos."
Sus palabras siguen resonando en nuestros corazones y no han perdido validez. Seguimos en pandemia y todavía el temor nos tiene sobrecogidos. Hemos avanzado. Hoy hay vacuna para el Covid-19, pero siguen los contagios y muchos continúan muriendo. No es tiempo
de bajar los brazos. Debemos seguir, tal como nos lo dijo el Papa Francisco hace un año, haciendo nuestros mayores esfuerzos por salir adelante todos, sí, todos.
Continúan sus palabras, que en estos momentos nos hace bien recordar. ..."Nos llamas a tomar este tiempo de prueba como un momento de elección. No es el momento de tu juicio, sino de nuestro juicio: el tiempo para elegir entre lo que cuenta verdaderamente y lo que pasa, para separar lo que es necesario de lo que no lo es. Es el tiempo de restablecer el rumbo de la vida hacia ti, Señor, y hacia los demás. Y podemos mirar a tantos compañeros de viaje que son ejemplares, pues, ante el miedo, han reaccionado dando la propia vida. Es la fuerza operante del Espíritu derramada y plasmada en valientes y generosas entregas. Es la vida del Espíritu capaz de rescatar, valorar y mostrar cómo nuestras vidas están tejidas y sostenidas por personas comunes —corrientemente olvidadas— que no aparecen en portadas de diarios y de revistas, ni en las grandes pasarelas del último show pero, sin lugar a dudas, están escribiendo hoy los acontecimientos decisivos de nuestra historia: médicos, enfermeros y enfermeras,
encargados de reponer los productos en los supermercados, limpiadoras, cuidadoras, transportistas, fuerzas de seguridad, voluntarios, sacerdotes, religiosas y tantos pero tantos otros que comprendieron que nadie se salva solo. Frente al sufrimiento, donde se mide el verdadero desarrollo de nuestros pueblos, descubrimos y experimentamos la oración sacerdotal de Jesús: «Que todos sean uno» (Jn 17,21). Cuánta gente cada día demuestra paciencia e infunde esperanza, cuidándose de no sembrar pánico sino corresponsabilidad. Cuántos padres, madres, abuelos y abuelas, docentes muestran a nuestros niños, con gestos pequeños y cotidianos, cómo enfrentar y transitar una crisis readaptando rutinas, levantando miradas e impulsando la oración. Cuántas personas rezan, ofrecen e interceden por el bien de todos. La oración y el servicio silencioso son nuestras armas vencedoras."
Atendiendo ese pedido de oración te invitamos a unirte en uno de los momentos más signigicativos de la Semana Santa: acompañar a Jesús en su Vía Crucis, recorrer con él, como las santas mujeres o el Cirineo, ese camino doloroso y sublime que lleva al Gólgota y por el cual se nos abren las puertas del cielo.
Hoy ese camino doloroso lo recorren muchos alrededor del mundo. Hambre, enfermedad, desempleo, falta de oportunidades, son realidades que ensombrecen la vida de muchos. El Covid-19 también contribuye a que la pobreza humana y espiritual se viva con mayor tristeza. Pero sin duda, nuestros hermanos en Africa llevan años viviendo su propio Vía Crucis.
Ayuda a la Iglesia que Sufre, pidió al P. Jesús Ruiz Molina, MCCJ, Obispo auxiliar de Bangassou (República de Centroáfrica) que escribiera el camino de Jesús con ojos y corazón africano. Su testimonio es conmovedor y nos muestra una Iglesia viva que se da por entero a las muchas necesidades de sus fieles. Recemos con y por ellos y hagamos nuestro sus dolores y alegrías. "
El texto introductorio del Vía Crucis escrito por el padre Jesús Ruiz molina nos dice:
África subsahariana vive su particular Viacrucis donde el Señor Jesús continúa a sufrir su pasión en la carne de tantos africanos…
Nigeria, Mali, Burkina Faso, Níger, Chad, Camerún, Mozambique, RDCongo, Centroáfrica…, vivimos realidades comunes como la alta mortandad infantil y el bajo índice de vida…; las continuas pandemias como el sarampión, el SIDA, la tuberculosis o el paludismo…; los conflictos bélicos orquestados
desde la ambición de potencias extranjeras…; el bajo índice de desarrollo provocando pobreza y miseria, fruto de un sistema económico injusto que no hace sino endeudar cada vez más al continente africano…; la corrupción de gobiernos locales, muchas veces incapaces de mirar a su pueblo…; los fundamentalismos de toda índole…; la crisis ecológica y los desastres medio ambientales…; las prácticas ancestrales como la brujería, la excisión de las mujeres…
Es desde estas realidades comunes, que me acerco a la pasión de nuestro Salvador Jesús viendo en Centroáfrica la actualización de su pasión y muerte… “Nadie me quita la vida, soy yo quien la entrego libremente”
Pasión sí, pero una pasión preñada de Vida. Lo que más sorprende de África son los raudales de vida que corren por doquier en situaciones de muerte, y destrucción tan inéditas… Sí, África es vida…; África está llamada a renacer, África lleva en sus raíces los gérmenes de inmortalidad, pues el Señor Jesús, “la amó y se entregó... para que tengan vida y una vida en abundancia”…; África vive y sufre… África vivirá.