El párroco de la iglesia, padre Pedro Narbona, relata que todavía lo remece el "eufórico festejo cuando cayó la torre del templo este domingo, que me recordó cuando decapitaron, en noviembre de 2019, la imagen de la Virgen que estaba en el frontis de la iglesia. Duele que la comunidad ahora haya quedado sin lugar para reunirse, una salita que usábamos fue completamente vandalizada. Aquí en la iglesia hay una historia viva, que va más allá de sus muros. Es toda la relación con Dios de muchas personas que venían a rezar, que bautizaron a sus hijos, que se casaron, que despidieron aquí a sus muertos".
Magdalena Lira, directora nacional de ACN Chile, revela que "desde el primer ataque vandálico, el 8 de noviembre de 2019, el párroco Pedro Narbona y ACN nos unimos para recaudar fondos para restaurar la iglesia. Estábamos afinando el proyecto con un equipo de profesionales. El 8 de noviembre, cuando se cumpliera un año del primer ataque vandálico, el párroco iba a anunciar la fecha de inicio de las obras. Nuestros planes quedaron hechos trizas".
El proyecto contemplaba reponer el mobiliario de la iglesia (altar, bancos, imágenes religiosas) que fue incendiado, destruido y usado para hacer barricadas a fines de 2019. "También restituir su iluminación, pintura y terminaciones de muros y cielos. Muy relevante era el proyecto de seguridad para el perímetro de su fachada. Especialmente sus cuatro portadas y ventanales", dice Lira.
Pese a la desazón y sacando fuerzas de flaqueza, hoy persiste la idea de salvarla. Al menos los muros laterales siguen levantados, aunque aún no hay estudios concluyentes sobre su estado. "Los fieles necesitan un lugar digno para encontrarse con Dios, celebrar los sacramentos y reunirse. No se trata solo de un edificio físico, que en algunos casos tiene valor patrimonial, sino que es la custodia de la historia de una comunidad", señala Covarrubias. ACN Chile ha levantado, tras el terremoto de 2010, 45 capillas de emergencia y ha restaurado nueve iglesias chilenas dañadas por los terremotos de 2005 y 2010. "Pero hace unos años no imaginábamos ver en Chile iglesias ardiendo por la intolerancia", señala Covarrubias.
Para el decano de Arquitectura de la UDD, Pablo Allard, la iglesia de La Asunción tenía un significado personal: su madre, Angélica Serrano, había donado una imagen pintada por ella al templo. "Pienso que, más allá del credo o denominación, los templos son obras que dan cuenta de la fuerza del misterio de la fe y la búsqueda de la humanidad por encontrar trascendencia más allá de lo material. Son lugares esencialmente comunitarios, que no solo prestan el servicio de llevar la liturgia de la palabra a los creyentes, sino también son centros de ayuda y apoyo a los más vulnerables, y son parte de nuestro patrimonio tangible e intangible. Aunque los recursos son escasos, creo que la reconstrucción de estas iglesias debería ser tomada como una obra de reparación y compromiso para la paz social", señala el arquitecto y urbanista.
Al reconocido fotógrafo y documentalista Pablo Valenzuela Vaillant le tocó fotografiar los incendios del domingo y visitó ayer las ruinas de las dos iglesias. Quedó muy impactado. "A partir del estallido social, comencé a realizar un trabajo fotográfico, concentrado en la plaza Italia y sus alrededores. Un registro urbano del sector, tomado en distintas fechas", explica. "Ver y fotografiar estas dos iglesias incendiándose me impulsa a hacer un llamado transversal, sin distinción política ni de ningún tipo, para unirnos y cuidar nuestro patrimonio natural y cultural, para el bien de esta y las futuras generaciones".