«En condiciones normales —expone el obispo de la diócesis de Mbuji-Mayi, situada al centro de la RDC—, son los fieles los que les proporcionan apoyo material, alimentos y otras ayudas». “Pero”, continúa diciendo, «ahora que sus feligreses están confinados, la vida se ha vuelto más difícil para todos porque la mayoría de las personas sufren una tasa de desempleo muy elevada (alrededor del 96% de la población) y viven únicamente de lo que consiguen día a día». Mons. Bernard-Emmanuel Kasanda escribió una carta a ACN para agradecer que, al principio de la crisis, 289 sacerdotes y religiosos de su diócesis recibieron numerosas intenciones de misas.
Asimismo, se enviaron intenciones de misa para 25 sacerdotes de la Congregación de Capellanes del Trabajo. Es un verdadero «alivio», escribe uno de los beneficiarios, el padre Alain Mwila Wa Ilunga, quien ha decidido «compartir esa ayuda adicional con los más desamparados y los enfermos pobres para que puedan alimentarse con el pan de cada día». El maestro de novicios de esta congregación, el padre Clemente Mwehu Muteba, también acoge agradecido esta ayuda económica que le permitirá abonar el combustible para continuar no solo su apostolado en la capilla en la que trabaja sino también pagar «algo de papel para satisfacer las necesidades de la formación de los jóvenes», de la que se encarga en Lubumbashi, en la provincia de Alto Katanga.
También han llegado intenciones de misas a la diócesis de Kilwa-Kasenga, al este del país, para 40 sacerdotes.
Esto «nos permite vivir y además ayudar a miles de fieles que, gracias a nuestro modesto trabajo, escuchan la Palabra y reciben los sacramentos», explica el padre André Mpundu, feliz de disponer de medios para continuar su labor pastoral. El padre Mpundu es vicario de la parroquia de la Beata Anuarite de Kasenga y relata cómo una mujer de 80 años, antigua sacristana, le agradeció recientemente su visita (naturalmente respetando las medidas sanitarias):
«Recibo regularmente —le confió— la visita de un enfermero para tratar mi reumatismo pero cuando es usted, padre, quien viene con Cristo para que yo pueda recibir la comunión, mi alegría es inmensa y sin límites». «Abundan los testimonios de este tipo», dice con alegría el sacerdote, que sigue visitando a los enfermos, los ancianos y los aislados. «Esto es muy alentador para mi ministerio como sacerdote», concluye.