Esta mañana venía preparada para hablarles de distintos temas, pero las primeras noticias que vi, despertaron mis alarmas. Un nuevo incendio ha afectado el puerto de Beirut, donde ardía un depósito de neumáticos y otro lugar donde se guardaba aceite de comer. El incendio ensombreció la ciudad con una gran nube negra que además llena de preocupación a los ya alicaídos ciudadanos.
Con el incendio del 4 de agosto, hace poco más de un mes, se quemaron las reservas de grano de Líbano y ello provoca un gran temor por el hambre que muy pronto se dejará sentir con crueldad entre los habitantes del país. La escasez es real y las necesidades son enormes por lo que se necesita ayudarles lo antes posible.
En Líbano, nos recuerda Magdalena Lira, directora de Ayuda a la Iglesia que Sufre Chile, más de la mitad de la población vive bajo el umbral de pobreza. Estamos hablando de un país muy pequeño, sólo un poco más de cuatro millones de personas viven allí, más unos dos millones de refugiados que han escapado de Siria y viven, muchos de ellos, en campamentos en precarias condiciones. Es en esa sociedad, con instituciones políticas muy debilitadas, con una severa crisis económica, donde se dio la tragedia de las explosiones que nos alertaron a todos de la tragedia que Líbano vivía en completa soledad.
Hace unos días en ACN conversamos con una religiosa que administra un dispensario en Nabaa, un barrio muy pobre de Beirut. La hermana Marie Justine el Osta pertenece a las Hermanas Maronitas de la Sagrada Familianos y lleva tres años trabajando en el lugar, ella ve día a día como ha aumentado la pobreza de sus habitantes. Cuenta que en 2017 entregaban diariamente unos 250 almuerzos calientes a los habitantes y hoy son más de 1200. Es gente que no tiene posibilidades de adquirir su comida y debe recurrir, muchos venciendo la vergüenza, a las religiosas para sobrevivir,