“Nos encanta nuestra pequeña casa en Youhanabad con su entorno cristiano. Hay una diferencia clara en comparación con el resto de la ciudad, donde no hay celebraciones ni música en Navidad o Pascua, por ejemplo. Nasreen, mi esposa, cuida de nuestros padres ancianos y asiste regularmente con nuestros hijos a la misa dominical en la iglesia católica de San Juan .
Yo llevaba una buena vida hasta que las iglesias fueron atacadas el 15 de marzo de 2015. Estaba en la terminal de camiones dejando allí a unos pasajeros cuando mi suegro me llamó y me informó sobre el ataque terrorista. Inmediatamente llamé a mi esposa, pero el servicio de telefonía móvil había sido suspendido en Youhanabad. Mi corazón latía con fuerza. Regresé a casa a toda velocidad pero la entrada a nuestra urbanización estaba bloqueada por manifestantes agrupados alrededor de dos cuerpos quemados. Los canales de noticias estaban retransmitiendo la tragedia en directo.
Tomé una ruta alternativa, entré en la urbanización y estacioné mi ricksha. Mientras pasaba junto a los cámaras en las calles, uno de ellos me filmó. Las cámaras de los drones volaban a nuestro alrededor como moscas. Fui arrestado unos días después, a la vuelta de la esquina de mi casa. Mi hermano menor, que trabaja de jornalero, fue arrestado dos semanas más tarde.
En la comisaría, los agentes nos insultaron, abofetearon y torturaron con porras, acusándonos de haber quemado a los dos musulmanes. A tres de nosotros, nos arrebataron los rosarios que llevábamos y los tiraron al suelo.
Fuimos forzados a elegir entre convertirnos el islam o ser encarcelados por el asesinato de dos hombres. Un cristiano de 25 años, también arrestado por el linchamiento, se convirtió al islam y fue liberado a las tres horas. Nosotros nos mantuvimos firmes en nuestra fe en el Dios vivo.
El primer día en la cárcel, todos los reclusos cristianos fueron encerrados en el mismo barracón. Después de pasar lista por la mañana, solíamos rezar en círculo durante una hora y a partir de las ocho de la noche nos dedicábamos a las oraciones personales, mientras estábamos enjaulados en nuestras respectivas celdas. Cuando un prisionero cristiano caía enfermo, no se le daba una buena asistencia médica. Dos de nosotros murieron en esa prisión.
El P. Emmanuel Yousaf Mani, director nacional de la Comisión Nacional de Justicia y Paz de los obispos católicos paquistaníes (CNJP), solía rezar por nuestra libertad y por misericordia en el corazón de los jueces. El equipo de la CNJP y otras ONG nos visitaban regularmente y nos acompañaban en las audiencias ante el tribunal antiterrorista.