podrán recuperarse, barrios completos destruidos, viviendas, iglesias, hospitales. Lo
que quedó en pie no es habitable. Explicaba el padre, que en los barrios mas cercanos
al lugar de la explosión, en las casas no quedo nada que se pueda rescatar,
“La explosión fue como una bomba atómica, con humo rojo cubriendo el cielo y
enormes daños” se lamenta.
La zona cristiana de Beirut ha quedado devastada, con al menos 10 iglesias destruidas,
300.000 personas sin hogar. En un segundo, se produjeron más daños en la zona
cristiana de Beirut que durante los largos años de la guerra civil. Habrá que reconstruir
el barrio desde cero.
A pesar de todo este drama los propios libaneses se apoyan unos a otros. Iglesias,
hoteles, colegios han abierto sus puertas para alojar a las personas. Grupos de jóvenes
se han organizado para ir a limpiar escombros
Pero el padre Raymond enfatiza que tras la larga crisis económica y el coronavirus, el
Líbano no está preparado para hacer frente a esta emergencia, por lo que necesita
urgentemente ayuda internacional para cubrir las necesidades básicas de los
afectados.
El Líbano tiene 4 millones de habitantes. Es decir libaneses, valga la redundancia.
Porque en ese pequeño país de Medio Oriente viven además casi 2 millones de
refugiados, en su mayoría sirios, también palestinos e iraquíes.
La Iglesia libanesa se ha volcado a asistir a todos los afectados por la explosión, tal
como lo ha estado siempre acogiendo y ayudando a los refugiados. Pero no puede
sola. Necesita el apoyo de los cristianos de otros países.
La fundación pontificia ayuda a la Iglesia que Sufre (ACN) ya está ayudando. A través
de la Iglesia, ha mandado y seguirá enviando paquetes de alimentos a las familias más
afectadas por la explosión. Esto sin contar los muchos proyectos que mantiene desde
hace décadas y desarrolla en ese país.
Al día siguiente de esta catástrofe, el Patriarca maronita Cardenal Bechara Boutros Rai,
presidente de la Asamblea de Patriarcas y Obispos Católicos del Líbano, hizo un
llamado a los países del mundo” dijo:
"Beirut es una ciudad devastada. […] Beirut, la
novia de Oriente y faro de Occidente, está herida. […] Es un escenario de guerra: hay
destrucción y desolación en todas sus calles, sus barrios y sus casas”.