Macarena Gayangos recordó la experiencia de ACN y resaltó lo exigente que ha sido este año. Efectivamente, Magdalena Lira, explicó la realidad de esa afirmación tan cierta y tan triste. Antes, declaró, la ayuda humanitaria, la ayuda a la iglesia era a zonas puntuales, a países en Asia o Medio Oriente, a proyectos de construcción de conventos o Iglesias. En cambio este año ha sido totalmente diferente. Las solicitudes de ayuda también son distintas. En América Latina es similar. De apoyar proyectos, hoy estamos abocados a colaborar con la Iglesia para que ellos puedan estar presentes y seguir colaborando.
Algo que nos ha sorprendido-enfatizó Magdalena- es la realidad de Europa. Ellos también han sido castigados en lo económico por la pandemia y no han podido contribuir con la generosidad con que lo han hecho siempre. Sin duda, es un año difícil, un año dramático. Estamos casi en septiembre, ya en el segundo semestre y seguimos ayudando a sacerdotes y religiosas para que puedan seguir con su labor, porque si ellos no están ahí, hay muchos que quedarán solos y abandonados.
Saliendo del ámbito latinoamericano, el padre Roberto llevó la conversación hacia Líbano. ¿Cómo sigue Beirut? Se pregunta. Recordemos que Líbano la tarde del 4 de agosto se remeció con crueldad. Dos explosiones de un depósito de fertilizantes en el puerto de Beirut dejaron una destrucción inimaginable.
Ese 4 de agosto, recuerda Magdalena Lira, una explosión destruyó gran parte de la ciudad. El país está pasando momentos muy difíciles en lo económico. Son sólo 4,5 millones de personas, menos que nuestra Región Metropolitana y en lo que va del año cuatro mil tiendas habían quebrado y unas cinco mil fábricas habían cerrado sus puertas por la crisis económica y el covid y con la explosión los números se elevaron. Hay que pensar que más de 300 mil familias quedaron sin hogar esa tarde.