En el plano religioso, el principal “mensaje” enviado por Turquía al mundo durante el siglo XX fue la destrucción total de una sociedad multiétnica y multiconfesional mediante una violencia extrema. Todas las masacres y expulsiones se llevaron a cabo con criterios exclusivamente religiosos para servir a una política nacionalista. Chipre es el último caso, la parte septentrional de la isla es un verdadero laboratorio de este proceso: durante la intervención turca de 1974, todos los ortodoxos fueron expulsados de inmediato por el ejército. Pero no porque hablaran griego sino porque eran ortodoxos.
Estas políticas se derivan de la mentalidad otomana, que institucionalizó a las comunidades religiosas. Lo que es inmensamente paradójico es que el Imperio, a pesar de los problemas y también de las masacres, mantuvo su carácter multirreligioso y que fue la República, supuestamente secular, la que hizo de Turquía un país 99% musulmán. Desde este punto de vista, suelo decir que el genocidio de los armenios, aunque perpetrado unos años antes de la República, fue su acto fundacional.
Para muchos, el significado universal de Santa Sofía a nivel cultural y religioso está siendo pisoteado, ¿cabe ver en ello un ataque a la libertad religiosa en Turquía?
Como dije antes, la libertad religiosa ha sido destruida por la violencia. El nacionalismo turco cree que “la nación turca es musulmana”, es decir, que no se es un verdadero turco si no se es musulmán. Esta mentalidad es adoptada también por el “otro lado”: a menudo he oído afirmar a judíos y ortodoxos, ciudadanos de la República de Turquía, “no soy turco”. Este es un problema de fondo: la Turquía nacionalista. El nacionalismo es realmente EL problema en este país que considera a los no musulmanes como extranjeros, y esto a veces está escrito claramente. Por ejemplo, en varias ocasiones, las comisiones de toponimia han remplazado los topónimos de origen griego, armenio o de otro tipo, al considerarlos nombres “extranjeros”. Los armenios, los ortodoxos y los judíos son extranjeros en su propio país, donde se establecieron mucho antes que los turcos (!). En ese contexto, la libertad religiosa existe formalmente sobre el papel pero la intimidación es tan fuerte – véase la destrucción de tumbas o cementerios enteros en Chipre o incluso varios asesinatos en Estambul -que los no musulmanes mantienen un perfil bajo. Esta actitud es promovida incluso por los sacerdotes en sus homilías, como yo mismo he podido constatar en una misa de Pascua en Estambul.
¿Cree que se desatará una onda de choque en el mundo oriental por un lado y en el mundo occidental por el otro?¿Por qué tanto ruido en torno a Santa Sofía, cuando los nacionalistas turcos siempre han actuado como han querido frente a los no musulmanes, sin ninguna protesta por parte de Occidente? Consideremos, por ejemplo, los terribles pogromos anti ortodoxos en Estambul en septiembre de 1955, seguidos de la expulsión de 100.000 ciudadanos con raíces griegas de la ciudad, ciudadanos de la República de Turquía que tuvieron que marcharse a Grecia, país que no conocían, porque eran descendientes de la población originaria de Estambul, con “veinte dólares y veinte kilos de equipaje”, expoliados de todo lo demás. ¿Dónde están las “ondas de choque” que deberían haber sido motivadas no por la religión, sino simplemente por humanidad? ¿Acaso estos hechos, dejando a un lado el genocidio de los armenios, no son más importantes que la restitución de Santa Sofía al islam?
(*) Stefanos Yerasimos, La fondation de Constantinople et de Sainte-Sophie dans les traditions turques, Estambul, París, 1990.