Tenemos previsto dar continuidad a estos proyectos de apoyo a sacerdotes y religiosas durante los próximos meses ya que aunque en algunos países las misas públicas se estén retomando, la situación económica empeorará y nuestra ayuda será más necesaria que nunca. En otros países, la pandemia sigue causando estragos.
¿Qué proyecto, en el que sacerdotes y religiosas reaccionan ante la crisis de la Covid-19, le ha impresionado particularmente?
Es muy difícil elegir uno solo. Están los sacerdotes de la diócesis de Dolisie, Congo, que comparten los estipendios de nuestras intenciones de misa con sus feligreses pobres. También me impresiona la devoción de tantas hermanas que, exponiéndose al riesgo de contagiarse, continúan con su trabajo.
Un ejemplo son las Hermanas Sociales de Cuba que, aun respetando las restricciones establecidas, encuentran la manera de seguir con su labor pastoral cuidando de los ancianos que viven solos y ayudando a personas sin hogar.
También tenemos a los futuros sacerdotes del seminario mayor de san Pedro y san Pablo en Burkina Faso, cuyas familias ahora viven desplazadas debido a los ataques terroristas. Han perdido a uno de sus formadores debido al virus y cuatro de sus compañeros están enfermos. Nosotros los hemos ayudado a ellos y a sus familias y también financiamos un programa para proteger al resto de la Covid-19.
Tenemos que reconocer la creatividad de la Iglesia: desde muy pronto en esta crisis, el obispo Dode Gjergji de Kosovo se dio cuenta de que tenía que tratar de llegar a sus fieles a pesar de la prohibición de las misas públicas, por lo que nos pidió que financiáramos un equipo para retransmitir la misa dominical desde la catedral de la Madre Teresa de Pristina. Nosotros accedimos encantados, recientemente nos ha comunicado que durante una Santa Misa retransmitida en albanés por Internet se conectaron más de 50.000 personas. Aquí es donde no deberíamos subestimar el poder de los medios de comunicación. En África, donde apoyamos diferentes iniciativas de Radio María, la Iglesia está animando a las familias católicas a convertirse en “iglesias domésticas” durante la pandemia y a rezar juntos aún más intensamente.
ACN es una institución benéfica pastoral, mientras que en la vida pública el foco se ha puesto en los ámbitos humanitario y sanitario. ¿Cómo conciliar la respuesta de ACN con estas necesidades?
Ciertamente, una respuesta médica y –en muchos países- humanitaria a la crisis del coronavirus es absolutamente necesaria, pero esta es ante todo responsabilidad de las autoridades civiles locales. Sabemos que en muchos países en los que ayuda ACN esto no sucede y que las ONG y la Iglesia están haciendo este trabajo en su lugar. Sin embargo, mientras que el ministerio de la caridad o la diaconía es uno de los ministerios de la Iglesia, la misión pastoral y el cuidado del alma le precede,
en estos tiempos de crisis la gente necesita a la Iglesia más que nunca. Tienen miedo y ante ellos se abre un futuro incierto. La Iglesia consuela y aporta ayuda espiritual y material no sólo a su propio rebaño sino a todo el Pueblo de Dios. Acabamos de conceder ayuda al sustento a cuatro dominicas ancianas y enfermas de Subotica, Serbia. Su superiora nos escribió: “El pueblo de Subotica está agradecido por la presencia de las hermanas, porque son el signo del amor de Dios por el pueblo, el signo de la vida eterna”.