Este Sábado Santo te invitamos a profundizar el misterio de la Cruz y la inmensidad del amor de Cristo por cada uno de nosotros. De la mano de su Madre, que estuvo al pie de la Cruz, esperamos anhelantes su Resurrección. Acudimos a nuestro fundador, padre Werenfried, para meditar los episodios de la Pasión del Señor.
Pietá
El cuadro representa a la Madre de los Dolores con su Hijo muerto en sus brazos. El cuerpo de Jesús está marcado por la terrible agonía de la muerte. Su cabeza reposa sobre las rodillas de María. Su mano derecha está crispada por el dolor del lanzazo. El dedo índice de su mano izquierda señala hacia abajo: “Allí, entre los hombres, se encuentra la causa de Mi sufrimiento.”Las últimas lágrimas aún brillan en los ojos cerrados. La herida abierta en su hombro izquierdo fue causada por la pesada Cruz que cargó. De esta herida nuestra mirada sigue al corazón de la Madre que, atravesado por espadas, ha sufrido todo junto a Jesús con ardiente amor. ¿Puede esta Madre apartar los ojos de su Hijo muerto? ¡Sí, puede! Dirige su mirada al cielo, al Padre, a quien nuevamente y con confianza le da su asentimiento, como lo hizo una vez en Nazaret.
Un hálito de Paz envuelve este cuadro de dolor y lágrimas. Es la paz que Jesús nos ha prometido a todos los que somos perseguidos, vilipendiados y calumniados por Su causa. Es la paz de los mártires. Le rezamos a la Madre de los Dolores, junto con nuestro amado Papa: “Oh Virgen Inmaculada, seremos todos tuyos y caminaremos junto contigo en el camino de una lealtad sin reservas hacia Cristo y Su Iglesia!”