1,5 millones de niños necesitan ayuda humanitaria y 1,2 millones de personas están desplazadas o refugiadas por el conflicto que sacude el país.Los habitantes de República Centroafricana viven en guerra desde marzo de 2013. Tras casi 6 años de enfrentamientos entre grupos y fuerzas armadas, las consecuencias para los niños y niñas están siendo devastadoras. Son objeto de secuestros, asesinatos, abusos sexuales o reclutamiento.
El conflicto y la falta de acceso a elementos básicos para la supervivencia han provocado que las tasas de desnutrición infantil superen el umbral de emergencia nutricional en casi todo el país.
Durante 2017 y el primer semestre de 2018 se produjo en el país un recrudecimiento de la violencia y el acceso a muchas zonas se ha limitado aún más, por lo que el número de casos de atrocidades cometidas contra la infancia podría ser mucho mayor de lo que se tiene registrado.
Si no se actúa de manera rápida, la situación podría empeorar. Para los pequeños las dificultades son múltiples. La guerra los obliga a ser soldados o bien los deja sin educación, mal nutridos y expuestos a abusos de todo tipo.
Laurent, niño soldado en RCA 2018
Laurent pasó un año y medio como niño soldado. Fue liberado en 2015 y luego estuvo un año en un programa de reintegración. Ahora es mecánico y ha aprendido a cultivar legumbres y a criar animales, así como a leer y escribir.
Su caso es el de muchos. Miles de niños viven atrapados por grupos armados y muchos más sufren violencia sexual. Prácticamente todos los niños necesitan protección frente a estos grupos que actualmente controlan 4/5 partes del país.
Educación interrumpida: los ataques a escuelas aumentan y se acaban utilizando como refugios o como bases de operaciones de grupos armados. Además, los niños no van al colegio por miedo a sufrir ataques o a ser reclutados. Menos de 3 de cada 5 niños acceden a educación primaria.
Desnutrición: se calcula que, en 2019, más de 43.000 niños menores de 5 años estarán en riesgo muy elevado de muerte por desnutrición aguda grave.
No hay seguridad: los ataques a la población civil y el personal humanitario son constantes. La cifra de ataques contra trabajadores humanitarios se ha cuadriplicado, pasando de 67 en todo 2017 a 294 en lo que va de 2018.