Parientes y amigos portan el féretro de Maria Kamal, muerta en el ataque. | Foto: AP
En nota publicada por El Mundo se puede leer y sentir la desesperación de la comunidad copta frente a este nuevo atentado que desestabiliza, aún más, la precaria situación de los cristianos en Egipto.
El terror ha vuelto a cebarse el pasado viernes 2 de noviembre con la minoría cristiana egipcia en un convento que ya fue escenario de un atentado similar el año pasado. Al menos siete personas han muerto y otras 14 han resultado heridas en el ataque contra tres buses que transportaban a feligreses coptos en la provincia rural de Minya, en las proximidades del monasterio de San Samuel El Confesor, a unos 230 kilómetros al sur de El Cairo. Un grupo de hombres armados y encapuchados ha abierto fuego contra el convoy, que procedía de la provincia sureña de Sohag. Dos de los vehículos han logrado escapar de la emboscada. El portavoz de la Iglesia Ortodoxa Copta, Bulos Halim, ha reconocido que el balance de víctimas podría aumentar en las próximas horas. “Los terroristas abrieron fuego contra un autobús que regresaba del monasterio”, ha indicado.
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Según fuentes de seguridad, la caravana se había internado en una carretera secundaria con el propósito de alcanzar un convento que se alza en las montañas de Qalamun, en la zona en la que San Samuel, un santo copto célebre por haber padecido las torturas de los bizantinos y haber sido testigo de la invasión árabe de Egipto, dirigió a una comunidad de 120 monjes durante el siglo VII d.C. El recinto es un lugar que los cristianos suelen visitar durante los días festivos.
La vía principal de acceso al páramo permanecía cerrada por razones de seguridad ante el peligro de embestidas similares. Horas después del atentado, el autodenominado Estado Islámico (EI) ha atribuido la acción a sus “soldados” a través de un breve comunicado difundido por la agencia de noticias afín Al Amaq. La reivindicación, sin embargo, no aporta ninguna prueba de la implicación de una organización que ha convertido la península del Sinaí en uno de sus principales cuarteles tras el colapso de su autoproclamado califato en Siria e Irak.
Los agresores han logrado escapar y las fuerzas buscan a los atacantes en una zona que ha sufrido ya otros actos terroristas en el pasado. “Lloro con profundo pesar a los mártires que fueron asesinados hoy por manos traidoras que persiguen socavar el tejido firme de la nación y deseo una pronta recuperación para los heridos”, ha declarado el presidente egipcio, el ex jefe del ejército Abdelfatah al Sisi, en una nota publicada en su página oficial de Facebook. “Reitero nuestra determinación de continuar nuestros esfuerzos para combatir el terrorismo oscuro y detener a los culpables”, ha añadido el mariscal de campo tras comprometerse a ampliar su “guerra contra el terrorismo” en la frontera con Libia. “Este ataque no debilitará la voluntad de nuestra nación de continuar su batalla“.
El régimen inauguró a principios de este año una campaña militar en el norte de la península del Sinaí que, a pesar del despliegue, no ha conseguido aún ahogar las embestidas cada vez más osadas de la filial local del EI.
Las cercanías del convento de San Samuel también fueron alcanzadas por el terror a finales de mayo de 2017. Entonces una emboscada firmada también por el EI cobró la vida de 28 cristianos que viajaban hacia el monasterio. Iban vestidos de uniforme militar y abrieron fuego al paso de un microbús de cristianos coptos, en su mayoría niños, que se dirigían hacia un día de asueto. Minya, escenario de esporádicos brotes sectarios, es una zona sensible del país, repleta de puestos de control.
El país más poblado del mundo árabe es hogar de una minoría cristiana que representa alrededor del 10% de sus 100 millones de habitantes. Los seguidores de la iglesia ortodoxa copta afrontan, no obstante, una lenta agonía. El año pasado decenas de familias cristianas fueron expulsadas del norte del Sinaí tras una cadena de asesinatos reivindicados por el EI que desataron el pánico y desde entonces permanecen refugiadas en otras provincias del país.
También han sido víctimas de una sucesión de atentados contra iglesias en la capital, Alejandría y las provincias del delta del Nilo y el sur, que se saldaron con medio centenar de fallecidos. Un martirio al que se han sumado los esporádicos brotes de violencia sectaria en barrios y pueblos de todo el país contra propiedades coptas y una marginación latente a pie de calle y en las más altas instancias. Entre las discriminaciones, figuran el acceso y promoción dentro de la administración pública o la cúpula castrense. Una retahíla de adversidades que alimenta un éxodo hacia Europa o América del Norte acelerado en el último lustro. (El Mundo desde El Cairo)