En el pueblo de Carayaca y sus alrededores, estas hermanas son auténticas madres que se preocupan por las necesidades del cuerpo y del alma de sus vecinos. Además de las tareas que se han mencionado, también llevan la catequesis de niños y adultos, realizan cursos de Biblia y Cristología, visitan los hogares, especialmente de los ancianos y otras personas impedidas a las que llevan alimento, se preocupan por su higiene y con las que rezan juntas.
La hermana María Chiquinquirá, la tercera religiosa que conforma la comunidad de las Misioneras Eucarísticas de Nazaret de este rincón de Venezuela, ha salido hoy a visitar a don Daniel León, un anciano que tiene una severa limitación de movilidad. Le lleva la Eucaristía. Daniel vive con su sobrina quien cuida de él desde que hace unos años cayó enfermo y ya no puede ni levantarse de la cama.
“Yo quiero mucho a Jesús y a las hermanas, ellas me animan, rezan conmigo y me cuentan qué tal están las cosas por Carayaca”, comenta Daniel. “Me da mucha pena no poder salir ya de esta casa, yo que pese a mis limitaciones siempre he tratado de valerme y hacer una vida normal”. María Chiquinquirá le comenta que tiene que estar feliz, él que tantas veces acudía a Misa a la iglesia del pueblo para recibir a Jesús en la Eucaristía, “
ahora es Jesús quien viene a visitarte a tu casa y lo recibes en la Eucaristía aquí en tu habitación”.
De vuelta a la Casa de Nazaret, la religiosa relata cómo la crisis de Venezuela afecta a todos, también a ellas mismas que necesitan buscar fuera para conseguir lo necesario con lo que sobrevivir y seguir su misión: “La ayuda de los benefactores es incalculable. Siempre cuentan con nuestras oraciones.
Lo que nosotras hacemos aquí y el bien que están haciendo tanta gente fuera de Venezuela apoyándonos, tiene seguro su fruto, no solo ahora, sino para toda la eternidad. Cuenten todos los días con nuestra oración”.