Nicaragua es, después de Haití, el segundo país más pobre de Iberoamérica, y en él también la Iglesia Católica afronta numerosos problemas. Además de los disturbios políticos, que ocasionaron en 2018 un gran sufrimiento a la Iglesia, también hay desafíos pastorales: las sectas son muy activas y, en la actualidad, ya solo la mitad de los 6,1 millones de habitantes son católicos. Además, la crisis económica también afecta a la Iglesia y, especialmente, a los religiosos contemplativos. Al mismo tiempo, sin embargo, resulta gratificante comprobar que el número de vocaciones va en aumento tanto para la vida religiosa como en los seminarios diocesanos.