Para Georgette, más importante que la comida que recogió en un carrito con Chárbel -uno de sus nietos de sólo 15 meses de edad- es la certeza de que no está sola. Georgette esconde detrás del silencio un dolor profundo: la muerte de su marido hace siete años en un accidente de tráfico. La foto sobre la puerta del salón es todo lo que le queda de su compañía. Tenían dos hijos, un niño y una niña. Su hijo no puede cuidar de sus hijos porque está temporalmente en otra ciudad. La nuera y los tres nietos viven con Georgette. Su hija, con un problema de salud mental, está internada. En Beirut, ciudad que está tratando de recuperarse de la tragedia ocasionada por la explosión, hay muchas personas como Georgette.
Son personas con las manos vacías y sin perspectivas de futuro, derrotadas por la crisis económica que ha atacado al país como una enfermedad incurable y brutal. Pero todavía hay esperanza en un tiempo mejor, una esperanza siempre alimentada por la fe. “
Siento que no estoy sola y eso es más importante que la ayuda de alimentos... saber que hay gente preocupada por nosotros”, asegura Georgette frente a las cámaras de la fundación pontificia ACN.
“Doy gracias a Dios todos los días. Él siempre nos guía a mí y a mi familia y nos envía a buenas personas para ayudarnos en estos tiempos difíciles”. La vida es dura para Georgette, como lo es para la gran mayoría de los libaneses. No obstante, por difícil que sea esta prueba, la fe siempre será una certeza y un refugio. “La situación de los cristianos en el Líbano es inestable pero Jesús está siempre con nosotros y nadie nos puede echar de aquí”, dice Georgette
La fundación pontificia ACN está promoviendo una gran campaña, cuyo objetivo principal es ayudar a las comunidades cristianas de Medio Oriente a permanecer en las tierras bíblicas del Líbano, Irak y Siria.