El Líbano ha sido frecuentemente elogiado como modelo para todo Oriente Próximo por la coexistencia, relativamente estable, de las religiones. Pero el equilibrio se tambalea desde que cada vez más cristianos abandonan su tierra natal. Beirut fue sacudido en agosto de 2020 por una de las peores explosiones no nucleares de la historia de la humanidad. Parte de la capital del Líbano está en ruinas y con ella todo el país. Sufre de mala gestión, corrupción, crisis bancaria y política.
El párroco de la catedral maronita de San Jorge, Jad Chlouk, informa sobre cómo la iglesia atiende actualmente a los necesitados. Este sacerdote, de 38 años, dirige la comunidad del templo que quedó muy dañado por la explosión. La fundación pontificia internacional «Ayuda a la Iglesia que Sufre» financia los trabajos de reparación en la catedral y en otros 16 edificios religiosos en Beirut. La entrevista corrió a cargo de Tobias Lehner.
Desde la explosión, la vida en Beirut no es ya la misma. ¿Cómo es el estado de ánimo actual en Beirut?
Todavía estamos conmocionados por lo que ocurrió en agosto. Los recuerdos de ese mal día reaparecen especialmente cuando vemos casas, iglesias, escuelas u hospitales destruidos o cuando, de repente, oímos truenos. El estado de ánimo sigue siendo tenso y temeroso, pero a pesar de todo, estamos tratando de renovar nuestra vida espiritual lo mejor que podemos.
Especialmente afectado quedó el distrito en el que viven muchos cristianos. No está lejos del puerto donde ocurrió la explosión. Su iglesia parroquial, la catedral maronita de San Jorge, también quedó muy dañada. «Ayuda a la Iglesia que Sufre» está ayudando en la reconstrucción. ¿Cómo avanzan los trabajos de reparación?
La rehabilitación de la catedral maronita comenzó hace un mes. Hemos hecho algunas reparaciones temporales para prevenir más daños, por ejemplo, por filtración del agua de lluvia. Esperamos tener la cubierta reparada dentro de pocas semanas. Las