En este último año, el trabajo y las preocupaciones de quienes están al servicio de los más necesitados se han duplicado. A pesar de que la pandemia cerró las puertas de millones de Iglesias en el mundo, los sacerdotes, religiosas y misioneros han salido a la calle para ir al encuentro de quienes los necesitan. Están ahí para alimentarlos física y espiritualmente, cuidarlos y acompañarlos.
Al igual que muchos, han tenido un año durísimo. Sin embargo para ellos tomarse vacaciones no es una opción. Están dispuestos a dar la pelea por la vida de su gente hasta el final, pero muchas veces los recursos no los acompañan.
En Ayuda a la Iglesia que Sufre somos testigos de su trabajo heroico y lo apoyamos. Recibimos solicitudes de todo el mundo y apelamos a la generosidad de nuestros benefactores para poder atenderlas.
Sabemos que para ellos, nuestra ayuda es la mano de Dios