dificultan su trabajo, pero no disminuyen su celo apostólico. Realizan su ministerio desinteresadamente, pues no perciben a cambio un salario. Por ello, dependen de lo que les den los fieles. Estos apoyan de buena gana y de corazón a sus sacerdotes, a
pesar de ser pobres ellos mismos.
Este año es particularmente difícil, pues la pandemia del coronavirus ha provocado un aumento de la pobreza. Además, por miedo a contagiarse, solo un pequeño número de fieles acude a la iglesia, por lo que las colectas son mínimas. En tiempos “normales”, la gente puede al menos mantener a sus sacerdotes con los frutos de las cosechas, pero, como si la pandemia no fuera suficiente, la cosecha de este año ha sido escasa