reflexión, exigencia moral, llamada a vivir en la luz, en el curso ordinario de la existencia. Los que creen en Cristo Jesús y en el Padre de la misericordia han recibido de ellos una base para su libertad; los que no creen o que han decidido no creer más en ella, también han recibido a menudo de ellos una cierta confianza en la humanidad”, explicó el Arzobispo de Reims.
Luego se dirigió a los discretos testigos de este drama, dos monjas y una pareja. “Dos monjas, de esas formidables mujeres que dieron su vida por amor a Dios y al prójimo, muchas de las cuales han sido durante generaciones de hombres, mujeres y niños, un signo cercano a la mansedumbre y la bondad de Dios, de esas mujeres que a veces han llevado lejos la luz de la fe cristiana para compartirla con otros, combinándola con la esperanza y la caridad activa. También había una pareja, un hombre y una mujer, casados durante décadas, que venían a misa especialmente esa mañana para celebrar el cumpleaños de su marido. Eso hizo a Francia. (…). Sigue formando el alma de nuestro país, más modestamente quizás, pero positivamente. Hombres y mujeres que se esfuerzan por vivir sus vidas según la expectativa del Creador, su Señor; hombres y mujeres que hacen su trabajo todos los días, sin reticencias, con todo el corazón posible, y que se lo entregan a personas más grandes que ellos para que pueda dar fruto más allá de sus debilidades”.
La luz ha surgido en medio de la oscuridad
Al mismo tiempo, señaló que “la brutalidad del crimen ha arrojado una luz preciosa: hay fuerzas de odio en nuestro mundo, pero también hay fuerzas de perdón, reconciliación y confianza mutua”. Los testigos de la tragedia y los allegados al padre Hamel “pudieron decir sus oraciones por la paz mundial, por la pacificación de los corazones, por el respeto y la estima entre todos. Estas mujeres y este hombre fueron capaces de decir su súplica por estos dos jóvenes que acababan de entrar en la edad adulta y que pensaban que crecerían quitándole la vida a unos pocos más”.
Los feligreses y ciudadanos de esta ciudad normanda “también han aceptado entrar en esta lógica de misericordia, que es el regalo que Cristo el Señor da a sus discípulos. Aquí quedó claro que la radicalidad de la fe es una cosa grande y hermosa, mientras que el radicalismo es una patología”.
“Estoy feliz de poder expresar mi respeto y gratitud a todos los musulmanes que, después de esta tragedia, quisieron expresar su rechazo a toda violencia y que pudieron encontrar palabras y gestos para expresar su amistad, su compasión, y también su vergüenza de que su fe pudiera ser mal utilizada y su confianza en un posible trabajo en común”, señaló el obispo de Moulins-Beaufort.
“El 26 de julio de 2016 fue un día de horror y tristeza, pero también un día en el que el alma de todo nuestro país vibró”, explicó el arzobispo de Reims, deseando que los pacificadores continúen levantándose en todas partes de Francia, donde las tensiones sociales, acentuadas por la crisis del coronavirus, están causando una gran preocupación por la paz civil.
“El odio no ha prevalecido”
En este país paradójico, que desconfiaba de su laicidad pero se apegaba a sus puntos de referencia católicos, la muerte del padre Hamel había sacudido a toda la sociedad, más allá de las divisiones políticas o ideológicas habituales. Así, en la noche del ataque, los reportajes televisivos habían mostrado las lágrimas del alcalde comunista de la ciudad, totalmente disgustado por el asesinato de este sacerdote por el que sentía un profundo afecto.
Interrogado por Vatican News al final de la conmemoración, el Padre Paul Vigouroux, postulador de la causa de beatificación de Jacques Hamel, y también sacerdote de la diócesis de Rouen, recordó que el mensaje del Padre Hamel es “significativo para toda la sociedad”. Después de este atentado, mientras que 12 días antes del atentado de Niza había causado graves tensiones políticas en Francia, esta vez “el odio no prevaleció, la Iglesia supo llamar al diálogo y al perdón, sin responder, anunciando siempre su mensaje de paz y fraternidad”.
“Esto trajo de vuelta algo profundo en el alma francesa, sacando a relucir el recuerdo de muchos sacerdotes que trabajan en las ciudades, en el campo, sin hacer mucho ruido, que acogen a las familias en duelo, las bodas, que hacen un trabajo humilde, sencillo, de acompañamiento. Creo que ha vuelto a la memoria de muchos franceses en esta triste ocasión”, explica el postulador.
El padre Hamel estaba cerca de toda la población, especialmente de los inmigrantes musulmanes con los que había forjado muchos lazos de amistad y respeto. Su hermana Roseline lo llama “hermano universal”. “Es el mensaje de una Iglesia sencilla, humilde, entregada, generosa, sin ruido. Amar a diario es un testimonio de fe, de amor, ofrecido a todos los que nos rodean”, concluyó el padre Vigouroux.