Este Miércoles Santo te invitamos a profundizar el misterio de la Cruz y la inmensidad del amor de Cristo por cada uno de nosotros. Acudimos a nuestro fundador, padre Werenfried, para meditar los episodios de la Pasión del Señor. El padre Werenfried nos invitó a meditar los últimos momentos de Cristo.
Señalaba: “Cristo se sometió a Su Pasión con una convicción clara: “En verdad os digo, uno de uds. me va a entregar” (Jn 13,21) Y añadió: “Sería mucho mejor para él no haber nacido”. Ese hombre fue el que se sintió molesto cuando María Magdalena ungió los pies de Jesús: “Este perfume podría haberse vendido en trescientas monedas de plata para ayudar a los pobres”.
La pregunta de Judas parece muy cristiana y moderna. Y, sin embargo, es la pregunta del traidor que no comprende al Señor ni ama a los pobres, por caritativo que pretenda ser. Pues, en su critica del gesto de infinito amor de María Magdalena, se aparta del modo de pensar del Maestro, que es ofrecerse a Sí Mismo por amor y adoptar la estupidez de la Cruz. Judas podía aceptar a un Mesías “sensato”, a un hacedor de milagros o a un rey, pero no a uno que sería crucificado. Por esta razón lo traicionó con el típico argumento de alguien que ha conocido a Cristo. Pues sólo alguien así puede rechazar la Cruz de Cristo amparado por palabras cristianas. Así es como Judas se convierte se convierte en el padre de todos aquellos que, invocando su propia e imaginaria sabiduría ya no pueden resistir la estupidez de la Cruz y, por lo tanto, la desechan en nombre de un cristianismo “puro”, “moderno” y “creíble”.